Seguidores

viernes, 23 de diciembre de 2011

El comienzo de una despedida.

Sin embargo tenía unas ganas inmensas de besarte. Ahí estábamos tú y yo, yo queriéndote a ti, tú a mí, pero también estábamos tú y yo, yo odiándote a ti, y tú odiándome a mí.
Tenía los labios agrietados, apenas tenía saliva que pudiera hacer que mi boca reaccionara y pudiera hablar y gritarte a ti y al mundo entero lo que sentía, el odio que me tenía y que te tenía por haber intentado que funcionase y no conseguirlo. Miraba al frente, agarrando el cinturón por el cuello, escuchándote todo lo que hice mal y sin poder decir nada, escuchándome en mis pensamientos lo que tú hiciste mal, y me perdí en ese mundo que tenemos cada uno dentro y supe que esta sería la última vez. Me giré y miré tus ojos que brillaban a causa del agua que le sale a uno cuando está triste, miré tu boca que estaba enfurecida y gritándome, pero no oía nada. Dejé de escucharte y observé cada milímetro de tu piel, cada lunar, cada pestaña, y tenía ganas de llorar, de agarrarte y darte el último beso que nunca tuvimos, pero te sonreí. Nos callamos los dos, sabíamos que después de ese día ya no habría otro más, y qué acertados estuvimos... Me bajé del coche y cerré la puerta. Arrancaste

No hay comentarios:

Publicar un comentario